Colapsos

“En CU lo sentimos y eso es mala señal porque se supone que estamos sobre un pedregal”, diría una hora después del siniestro Gabriela Correa, alumna de la UNAM. “Me imaginé lo peor. Pensé que después nos íbamos a enterar que la ciudad estaba en ruinas, o algo así.”

En un país de antecedentes telúricos (y con las profecías mayas y aztecas para este año) la alarma no sólo fue recomendación. Pronto, las líneas telefónicas y celulares colapsaron, igual que el suministro eléctrico y hasta de agua en diversas zonas del DF. Las comunicaciones tradicionales se restablecieron un par de horas después; las electrónicas prácticamente no se tambalearon. Segundos después de pasado el sismo, muchos consultaban desde cientos de pequeñas pantallas los pormenores de éste.

Dicen que…

Cualquier evento que asalte a tal grado una ciudad de rutinas identitarias, es fuente generadora de leyendas express. Muchos las atribuyen a “teléfonos descompuestos” colectivos; otros, a la humana inclinación al chisme. Fue de 6.8. Fue de 7.8. Fue de 7.9. ¡Abrió una grieta de diez kilómetros en el Centro! Dicen que se cayó la Torre Mayor

El Servicio Sismológico Nacional fue de los primeros en asentar certezas. La intensidad llegó a los 7.8° Richter, sólo tres grados debajo del más fuerte en la historia del país. Las agujas no mienten.

Saldo blanco

La verdad es que más allá de cortes de luz, nuevas grietas, un puente caído, algunos autos chocados, nueve heridos de baja gravedad, ataques de pánico, una línea del metro torcida, “reporteros ciudadanos” colgando videos en Youtube y apasionados de la redes sociales desafiando la velocidad de sus dedos, podría decirse que hubo saldo blanco. O al menos eso mandó decir Felipe Calderón vía SMS a todo el país.

¿Un bolillo para el susto?

En cualquier conversación posible se reforzaba el trending topic. “Yo no podía creer que fuera el día 20 a las 12 y algo. Me da miedo el juego de números: 20.12”, exclamó un chico de sudadera amarilla. Muchas oficinas trabajaron medio tiempo, varias escuelas complacieron a su alumnado dejándolos salir temprano.

El viento azotó de nuevo la tarde pero no espantó las famosas “nubes de temblor”. La noche ironizó con un cielo reventado de estrellas. A la hora de los noticieros, el vértigo que abandonó las profundidades fue nota de ocho, nueve y diez.  En las emisiones televisivas y radiofónicas, además de imágenes arquetípicas del caos, el olfato de los periodistas husmeó en los precios de seguros de vida, las mal construidas casas de beneficio social, la irresponsabilidad de levantar ciudades sobre lagos…


Lo inamovible

No obstante, con diecinueve réplicas en el historial hasta aquel momento (cuando esto se escribe suman más de 56, y sólo ha pasado un día), aún había versiones por contar y escucharse. Villoro, testigo del terremoto de 2010 en Chile, volvería a asegurar que los temblores son como un streeptease moral porque sacan lo mejor y peor de cada uno.+

La Tierra puso a temblar a todos: cuerpos y conciencias incluidas. El planeta no ha conciliado el sueño del todo y algunas cosas necesitan regresar al cauce. No obstante, hay hábitos que ni un 7.8 logra turbar. Llueva, tiemble o relampaguee, el del hombre de los tamales oaxaqueños pasa puntual a las 8:30 pm. Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos…

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