Entre la historia y la etnohistoria. Entrevista a María de los Ángeles Romero Frizzi



Escrito por 
El Jolgorio Cultural

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Detalle de la genealogía de una familia mixteca

María de los Ángeles Romero Frizzi es investigadora en el Centro INAH-Oaxaca (Instituto Nacional de Antropología e Historia). Ha estudiado la historia de los pueblos indígenas y tiene investigaciones sobre la mixteca y la sierra zapoteca. En ellas combina el trabajo en archivo con pláticas y experiencias en las comunidades del estado de Oaxaca. Su publicación más reciente es Teposcolula, aquellos días del siglo XVI, editado por la Secretaría de la Cultura de Oaxaca y la Fundación Alfredo Harp Helú.¿Cómo se construye la etnohistoria?
Bueno, la forma en cómo nosotros trabajamos es a partir de los documentos, que es la materia prima para la historia. Pero lo que ocurre mucho con los documentos es que por lo general están influenciados por una ideología, no son ajenos a su época. Entonces reflejan la ideología dominante y si uno quiere dar voz a un sector minoritario, campesinos, mujeres —sobre todo conocer lo que ellos pensaban— es difícil porque la gente sencilla, por decirlo así, aparece sólo en documentos criminales, porque es la única ocasión en que por desgracia se vieron involucrados. Pero aun en estas ocasiones sus palabras fueron traducidas por un intérprete: no eran las palabras de ellos. Pero afortunadamente en muchos expedientes se han encontrado documentos escritos por indígenas en su idioma, por eso les hemos dado mucha importancia pues ellos nos acercan más a sus preocupaciones, a sus ideas.

A menudo se hace una división tajante entre historia y etnohistoria.

La historia ha existido como tal en todas las sociedades. Todos los pueblos, de una manera escrita u oral, tienden a conservarla. En Estados Unidos la etnohistoria nace porque quieren dar tierras a la población nativa, o ellos defender sus reservas. La única forma en que pueden hacerlo es con gente que estudie sus documentos antiguos, para ver desde qué tiempo esa población ha estado ahí. No es algo tan académico sino algo más aplicado que tiene que ver con leyes o protección de la tierra.En México nace por la necesidad de estudiar a la población indígena. Se empieza a usar el término etnohistoria para la que se enfoca en la población indígena. Surge en la Escuela Nacional de Antropología, y siempre consideramos a la población indígena como parte muy importante de nuestro trabajo, y no sólo al archivo, sino es esa combinación de dos métodos [antropología y etnohistoria]. Hay quienes dicen que son dos disciplinas, dos metodologías, yo creo que no puede hacerse la división tan tajante, sino que van hermanadas.La etnohistoria trata no sólo de describir la sociedad indígena, sino también su pensamiento, su mirada de la historia. Por ejemplo: yo tenía deseos de escribir algo de la época colonial, pero enfocándome en la población indígena, en su sentir. Y para eso fue un camino larguísimo porque traté de entender los códices sin ser experta, después traté de hacer trabajo de campo en la Sierra Zapoteca, y a través de una amiga zapoteca tratar de entender los documentos escritos en zapoteco, para no sólo ver los documentos oficiales de la Colonia, que es lo que se había escrito con la visión dominante. Con estos documentos del Virreinato, de la real audiencia, pareciera que los indígenas habían sido aniquilados. Pero cuando ve uno su posición actual, de hecho no desaparecieron ni fue tanto el peso sobre ellos: [se trata de] la visión de la gente de la época.

Entonces, ¿la historia es la visión oficial?

Es que las definiciones de una disciplina tienden a encajonarla, son como muy decimonónicas: qué es física, qué es historia, qué es antropología. En realidad, en el presente nos damos cuenta de la complejidad de la sociedad y tratamos de usar métodos provenientes de distintas disciplinas. Cualquier estudio dentro de cualquier disciplina que quiera aportar algo a la comprensión de problemas más profundos tiene que ser multidisciplinario. Querer hacer una división entre historia y etnohistoria yo creo que es un tanto artificial.

La comunidad al final guarda cierta documentación verbal o escrita que termina siendo importante.

Sí. En los archivos parroquiales o municipales, o a veces en los personales de familias, hay muchísima documentación que es importante para acercarse a la población indígena. Por ejemplo, en Yalálag, Juanita Vázquez y yo estuvimos organizando el archivo municipal. Y encontramos cómo nombraron a sus autoridades a principios del siglo XX. Cómo organizaban el tequio, las personas que iban al tequio, los problemas que había en la comunidad, entre familias. [Intentábamos] ver quiénes tenían el poder, su interés por tener escuelas, su lucha por tener un centro médico. Las comunidades conservan los documentos municipales o de las parroquias, pero en muchas ocasiones no hay conciencia de su importancia. Les interesa más la historia prehispánica que la reciente, por lo menos en los papeles. Valoran un códice o un lienzo, pero los papeles que hay un su municipio no les interesan, y a veces hay historias muy dramáticas. Por ejemplo ADABI [Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México] fue al estado de Puebla a recuperar el archivo de una comunidad y dejó el archivo arreglado en sus cajas. Después, cuando volvió al cabo de unos años, [los pobladores] habían sacado los archivos de las cajas y las habían usado para otras cosas: para entregar alimentos o bienes que llegaban a través del DIF. Los documentos los habían sacado y arrumbado por ahí. Falta conciencia de las autoridades y de la gente de que también el archivo que ellos tienen es importante para la historia y habla de los conflictos más cercanos a nosotros. Los documentos no se valoran porque son un montón de papeles, pero es que también hace falta gente formada dentro de la historia para valorarla: una historia reciente, algo no muy remoto.

La transmisión del conocimiento.

Lo importante es el que el conocimiento académico que uno pueda tener se traduzca en libros de difusión. Es difícil para un campesino que le gusta la historia, que quiere conocer sobre su comunidad, tener idea de que en la biblioteca de Nueva York está un lienzo de su comunidad. Es importante que nosotros escribamos a través de revistas, de publicaciones, de periódicos este conocimiento para que llegue a personas no especializadas. Yo creo que también es un problema muy serio, que los historiadores o científicos sociales tendemos a utilizar un discurso que tiene que ser aprobado por la comunidad de nuestros colegas si no, no se publica. Si yo trato de ponerlo en palabras muy sencillas no se publica, entonces debemos tener habilidades para difundir ese conocimiento en revistas, en periódicos sencillos, para que lleguen a la gente. Tal vez dentro de libros de texto, [aunque] también hay filtros para los libros de texto para que cumplan determinados temas establecidos por la SEP, y a veces es difícil abrirse a otros temas nuevos. La historia puede resultar monótona para los niños, casi incomprensible: sería mejor que estudiaran también una historia más reciente, más cercana, y no sólo una historia muy erudita y difícil de comprender.

Sobre la etnohistoria en Oaxaca.

Yo creo que Oaxaca es un territorio muy propicio para la etnohistoria porque aquí vive uno en constante contacto con la sociedad indígena. Muchas veces la gente que es compañero de uno es de una comunidad indígena. Y uno está consciente, a través del periódico o de las ONG, de los problemas de la sociedad indígena. En Oaxaca se necesitaría estar muy aislado para no estar consciente de esta sociedad. Aun a través de la vida cotidiana se aprende de la sociedad indígena y se refleja en [nuestros] trabajos. Y hay mucho interés en los estudios que ha hecho el doctor Sebastián van Doesburg sobre los códices, visitando a las comunidades, vinculando a la sociedad indígena con el medio académico.También, se vive en Oaxaca otro problema: que en ocasiones los muchachos que salen de las comunidades y logran estudiar derecho, medicina o sociología, después se avergüenzan de su historia y en lugar de conservar ese vínculo con sus comunidades y regresar lo que han aprendido hacen una historia alejada del sentimiento de la sociedad indígena. Los mismos médicos olvidan prácticas de la medicina de su comunidad y en lugar de establecer un diálogo, rompen con esas prácticas, lo consideran algo inferior.



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